Las gotas  caían con rapidez en el cristal como si bailaran una danza extraña, la lluvia no cesaba, el invierno caminaba a pasos agigantados,   susurraba ya bajo su gélida brisa,   y mi mirada estaba fija en aquel cristal que me ofrecía aquel paisaje otoñal.

Mire el reloj  y ya pasaban cinco minutos de la hora exacta, el bus no aparecía.

Intentaba pensar en la sonrisa que me había provocado el chiste, era demasiado malo, pero venia de alguien especial.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que sino es por la voz del señor que esperaba también el bus ni me entero de su llegada.

Observe un segundo a la gente que había allí, muchos estaban sentados, con  rostros cansados del largo día, otros tantos de pie  y me quedé en lugar seguro, donde mi imaginación pudiera vagar a su antojo sin ser molestada mas que por ese cristal cargado de lluvia que me trasportaba donde quería estar.

Las brillantes luces de las farolas pasaban como estrellas fugaces en la oscuridad, aguardando impasibles a que llegara el día y desdibujarse en el paisaje sin que nadie las apreciara.

Saboreaba esos momentos cuando mi mirada se detuvo un segundo en aquellos ojos q me observaban, se me antojó que serian verdes porque no apreciaba su color desde la distancia donde él estaba..

continuará..